Conversando con Julio Bueno llegamos a la conclusión que Quito es la capital cultural de los ecuatorianos y una ciudad que está recuperando el espacio público cerrado (teatros y cines) para renovar su epifanía con el arte.
Siempre me he jactado de ser una quiteña de cepa, pero al sentarme en el Café del Teatro descubrí que soy todavía una turista en mi ciudad. Estaba cerca de una de las ventanas que dan a la plaza y descubrí de pronto –de nuevo- la belleza magnifica del Teatro Sucre.
Fue construido a finales del siglo XIX y hoy es el rey de su especie. Su arquitecto, el famoso alemán Franscisco Schmidt, lo edificó entre 1879 y 1887 a un costo de 111 mil sucres; se inspiró en las casas de ópera europeas.
Su nombre lo debe al gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, y vio la luz el 25 de noviembre de 1886 a las 20:00, al son del célebre pianista parisino Capitán Voyer. Desde entonces, la historia ha acrecentado su imagen; hoy no es sino una institución de la cultura ecuatoriana, que evoca historias de antaño, pero que revive cada noche con una nueva función.
El Bolívar no tiene fantasmas pero sí una historia triste
Los incendios destruyen y hacen que una edificación se quede en el olvido, pero el Teatro Bolívar resurge de las cenizas para convertirse en un icono de la ciudad, que vibra y siente con cada función.
Sólo mi ciudad puede decir que vibra con un teatro quemado. Omar Cruz, un estudiante que por amor al teatro se convirtió en su guía y amo, afirma que el Bolívar está vivo y su chispa se refleja en las columnas tiznadas y un techo que parece caerse. La magia de este lugar no desapareció con las llamas (1999). Imposible llegar a Quito y no conocer el Teatro Bolívar, que a veces es lúgubre y otras veces armonioso.
Juan Herrera, otro amante del teatro, junto con tres compañeros armó una "sala de máquinas", para que los turistas aprecien los objetos quemados. Máquinas de escribir, "achurruscadas", junto con extintores y proyectores que aún conservan películas, se conjugan en este lugar. Aquí el pasado se ha detenido... el presente ha seguido de largo.
México un teatro renovado
El Teatro México es una herencia del pasado que nos recuerda que el arte no es sólo para las élites, sino para todos quienes vibran con cada obra que se presenta en sus tablas.
Teatro México, gracias al Fonsal, es uno de los más modernos de Latinoamérica. Si antes se oscureció para la proyección de películas, hoy se hace caja negra para disfrutar un espectáculo de luz blanca.
Tatiana Carrillo, la administradora, recorre el México conmigo y me dice: “sólo esta pared de ladrillo es original, todo lo demás es nuevo”. De repente las luces se mueven, pero estamos solas, no hay nadie en la cabina… Tal vez fue un fantasma que se niega a huir y a perderse en el tiempo, quizás prefiere revivir cada noche cuando comienza el espectáculo.
Las fotos son de un buen amigo: Javier Espinosa T.