lunes, 25 de enero de 2010

Audrey Tautou, la multifacética actriz francesa

Su estilizada figura, su elegancia y glamour hacen de ella un ícono del cine y de la moda parisina. Pertenece, junto a Marion Cotillard a la nueva generación de actrices galas, quienes han sabido ganarse a la crítica y al público, no solo por su belleza, sino también por su gran talento.
Todos los niños tienen planes para el futuro y ante la clásica pregunta, ¿qué quieres ser de grande?, responden con sin número de profesiones, bombero, policía, doctor, pintor, profesor, etc. Cuando a la pequeña Audrey Tautou le plantearon esta interrogante, ella respondió, primatóloga, por el gran amor que siente hacia los simios y monos.
Quería cuidar de ellos y estudiarlos para evitar su extinción en algunos casos y el maltrato en otros.
Sin embargo, la vida es extraña y en pocas ocasiones permite realizar determinados plantes. Así sucedió con Audrey Tatou, quien pronto abandonó su idea infantil y acudió a París para matricularse en la Escuela de Interpretación Cours Florent de donde han surgido muchas de las luminarias de Francia. Además, se dedicó al estudio de la literatura francesa y al modelaje, carreras en las cuales claudicó pronto.
Sin saberlo, ella sellaba su destino y esta decisión pronto daría buenos frutos.


“Amelie”, es una de las películas francesas más taquilleras de todos los tiempos (más de 30 millones de espectadores en el mundo), con certeza se puede decir que este film marcó un fenómeno muy poco usual en su fecha, desbancando a las siempre taquilleras películas americanas en Francia. Además, se consagró internacionalmente.

Los inicios de la actriz francesa comienzan en la comuna francesa de Beaumont, lugar donde nació un 9 de agosto de 1976. Su niñez sin mayores sin tropiezo obedece a una familia tradicional de esta región de Puy-de-Dome, en donde gozaba de ciertas comodidades.
Un padre odontólogo, una madre profesora y dos hermanos menores son el núcleo familiar de esta estrella, una de las promesas de la ciudad luz.
En la actualidad es considerada sucesora de las grandes estrellas francesas del pasado, como Catherine Deneuve y Juliette Binoche.
A fines de los años noventa ganó un concurso de la televisión francesa, “Jeunes Premiers” (Los jóvenes debuts) en la categoría de Mejor Actriz Joven en el 9° Festival de Béziers.
Después, participó en la película “Venus Beauty Institute”, por la cual ganó un Premio César a la Mejor Actriz Revelación, mientras que en el 2000 ganó el Prix Suzanne Bianchetti por haber sido considerada una de las jóvenes promesas de la interpretación nacional.
Sin embargo, el éxito y la consagración llegaron cuando ella interpretó de una manera magistral a la dulce Amelie, en el film de Jean-Pierre Jeunet. Esta cinta, cuyo nombre completo es “Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain” permitió a Audrey desarrollar su capacidad histriónica y lúdica para hacer de esta comedia una exquisitez del cine europeo e internacional.


Audrey conquistó Hollywood en 2005 con el protagónico en “The Da Vinci Code”. A pesar del éxito del largometraje y debido a su inclinación por el cine francés, la actriz prefiere consagrar su carrera en el “cine lumiere antes que en Hollywood.
Pare ese mismo año viajó a Indonesia para salvar un templo dedicado a los primates.

De Amelie a Chanel
Indiscutiblemente, Tautou no es Audrey, sino Amelie. Este nombre la catapultó a la fama, la hizo una estrella, ya sea por su magnifica interpretación de la dulce joven o por la excelencia del film, que busca rescatar la lúdica que muchos adultos suelen perder.
Ahora, esta actriz francesa aceptó otro gran reto, interpretar a la única, Coco Chanel. Esta nueva cinta no refleja la moda que impuso la diseñadora francesa, sino que se centra en la mujer y su peregrinar a la cima para convertirse en un mito inolvidable.
Una niñita sentada junto a su hermana en un orfanato de Francia que espera a su padre. Una artista de cabaret con una débil voz que canta para los soldados borrachos de Europa. Una humilde costurera que zurce dobladillos en una pequeña sastrería. Una joven y flaca cortesana, a quien su protector ofrece un refugio seguro. Una mujer enamorada que sabe que nunca será la mujer de nadie, que rechaza contraer matrimonio incluso con el hombre que le corresponde. Una rebelde que considera opresivas las convenciones de su época, y que por ello se viste con las ropas de sus amantes.
Esta es la historia de Gabrielle “Coco” Chanel y este el reto de Audrey. Quizás a partir de hoy dejará de ser Amelie y no se convertirá en Coco, sino en una estrella con luz propia gracias a su performance y a su capacidad interpretativa… Encarnar a un determinado personaje, nunca es fácil, menos aún cuando se trata de una “biopic.”

La actriz Audrey Tautou no sólo ganó el protagónica del film “Coco avant Chanel”, sino que se convirtió en la imagen del clásico perfume de la marca, Chanel N5. Será porque logró emular perfectamente la elegancia de Coco Chanel. Así lo demostró en el estreno de la película biográfica de esta reconocida diseñadora. Allí lució un sencillo tailleur negro que resaltaba su estilizada figura.

Esta producción cuenta con la colaboración de la Mansión Chanel y de Karl Lagerfeld, eterno Kaiser de la firma que ha accedido a prestar sus archivos y colecciones.
Si en “Amelie” Tautou era una soñadora, en “Coco avant Chanel” debe ser una visionaria y al parecer lo logra, está excelsa en el personaje de la legendaria modista, que es un símbolo atemporal de la libertad y estilo.
Muestra su estudio perfecto de la mademoiselle, mientras que en su interpretación los gestos y las actitudes de Coco se evidencian en su manera de fumar, su gesto duro y parco, la seriedad de su coquetería distante y su vanguardismo al momento de crear.


Las actrices francesas son consideradas como una de las más refinadas, glamorosas y bellas… será porque París siempre ha tenido un encanto especial. Pero belleza de estas damas es natural, a diferencia de otras “reinas de Hollywood”, que han recurrido a cirugías estéticas y otros artilugios para destacarse frente a una cámara.

Édith Piaf, un gorrión que voló muy alto


Édith Piaf con su sobrio vestido negro parece desentonar con la lumiere de París, pero es su icono más sagrado, por su inimitable voz y legado musical. “Le Legionnaire”, “L’Accordeoniste” han resistido el paso del tiempo para convertirse en himnos de la música universal.
Es 1961 y el telón del Olympia se abre majestuoso. Ahí está ella, pequeña, maravillosa, eterna. Su repertorio empieza con “Non, je ne regrette rien”, un himno para esta mujer que no se arrepiente de nada. No puede faltar “Padam, padam” y su “La vie en rose”.

Dos mil espectadores la ovacionan, están dispuestos a rendirse ante su voz y ella los mata con “Hymne à l'amour”, una canción de Marguerite Monnot, su pianista y amiga fiel.
“La foule” anima a este pequeño teatro parisino, mientras que “Milord”, “Les mots d'amour” y “Les amants”, lo salvan de la bancarrota.
Cuando el telón cae, ella ya no es pequeña, sino una gigante de la música francesa… el gorrión coronó el cielo y su nombre, Édith Piaf se vuelve inmortal.

El 09 de octubre de 1962, Edith Piaf se casa con Théo Sarapo, un joven cantante 20 años menor que ella. “Tengo la impresión de que es como un hijo que cuida a su madre enferma”, declararía la cantante. Cantaron a dúo, “A quoi ca sert´l amour”. A principios del 1963, Édith graba su última canción, “L´Homme de Berlín.”

Primer acto: La vie en rose
Podría decir que la farola del número 72 de la rue de Belleville en París es el inicio de esta historia, un comienzo fantástico para un personaje mítico de la ciudad de la luz. Sin embargo, este no es un cuento de hadas, sino la vie en rose de Édith Piaf.
El año, 1915; el personaje, Édith Giovanna Gassion; la familia, un par de itinerantes que sin saberlo cumplieron una misión divina, dar al mundo a una de las cantantes más extraordinarias de su tiempo.
Su voz de gorrión se distinguió en medio del ruido de un burdel, lugar en el que pasó su niñez. Y su talento hizo eco en las calles parisinas, sitios de peregrinación obligados que recorría junto a su padre, un cirquero.
Esta vida ausente de tonalidades rosas pronto encontraría su destino. El salvador, Louis Leplée, dueño de uno de los cabarets más importantes de la época, el Gerny`s.
Y es aquí en donde empieza esta obra magistral. En la primera escena, Édith sube al plató y es presentada como La môme Piaf (la niña gorrión). Su voz impacta desde el primer acorde, Raymond Asso y la pianista Marguerite Monnot se prendan de la protagonista y pronto empezarán a componer para ella.
Piaf es una artista completa. Nadie como ella tiene una dicción clara y limpia para un idioma tan sofisticado como el francés. En escena sus canciones y silencios evocan su turbulenta vida, muestran la vulnerabilidad de su personaje, pero sobre todo fusionan la calle y el escenario, dos pilares fundamentales en su trayectoria.
Bajo el signo de Paris la môme es descubierta. Ahí vive la guerra, asume sus amores, sus actuaciones, sus caídas y resurrecciones, logrando entrelazar, hasta volverse indivisible, su arte con la ficción.

El film “La Vie en rose” abrió la Berlinale en 2007, es un "biopic" (película biográfica) que cuenta la vida azarosa de Édith Piaf y pone especial énfasis en su voz privilegiada. Marion Cotillard en el papel de Piaf, obtuvo el Bafta, el César, un Globo de Oro y un Óscar por su magnífica interpretación.

Segundo acto: Marcel
Se abre el telón, es 1937 y Édith debuta en el Teatro ABC de París. Impacta y ahora es la reina del music-hall. No hay duda, es una estrella con luz propia. La prensa la proclama como el ícono de la canción francesa, y que decir del el público, la adora.
Mientras su magnífica voz resuena en las radios con la canción “Hymne à l'amour”, por sus venas corre intensidad esa letra.
En 1948 por su gira triunfal en Nueva York, protagoniza la historia de amor más grande de su vida. El elegido, un boxeador de origen argelino, Marcel Cerdan, quien ganó el campeonato mundial de peso medio ese mismo año.
“Y la tierra puede abrirse / poco me importa si me amas […] / ya que el amor inundará mis mañanas / mi cuerpo se estremecerá entre tus manos. / Poco me importan los problemas, mi amor / porque me amas.”
Pero como las grandes historias de amor, ésta fue efímera. El campeón murió el 28 de octubre de 1949 en un accidente aéreo. Viaja de Nueva York a Paris, para el encuentro con su amada.
Este hecho marcará la vida de la Piaf, quien abatida por el sufrimiento se refugia en la morfina, su más grande demonio.
“Si un día la vida te arranca de mi lado / si mueres o estás lejos de mí / poco me importa, si tú me amas / porque yo moriré también / tendremos la eternidad para nosotros […] / Dios reúne a aquellos que se aman.”
Al final, ella se reuniría con él en octubre del 63.


El Olympia era su salón de espectáculos favorito, ahí interpretó por primera vez la canción que Charles Dumont compuso para ella, “Non, je ne regrette rien”. Sólo la Piaf podía interpretarla de una manera magistral. Además, la letra se aplica a su vida: “No, nada de nada / No, no me arrepiento de nada / Pues mi vida, mis alegrías hoy comienzan contigo.”

Último acto: Adiós, môme
Cantar para Édith era una manera de enfrentar sus tragedias y declarar la batalla a sus demonios, miedos y adicciones. Sin embargo, la morfina fue un monstruo difícil de vencer y al final pudo más que ella. Letal e inclemente deterioró a la niña gorrión.
Para su acto final se presentó en el teatro Olympia, casi no podía mantenerse en píe, pero su voz no claudicó, era tenaz y constante.
Apenas tenía 47 años cuando logró la eternidad para ella y Marcel.

En 1956 el Carnegie Hall de Nueva York cayó ante el encanto de Edit Piaf y la convirtió en un ícono del music hall en los años 60. Su canción “Milord” grabada en 1958 se consagra como uno de sus enormes éxitos mundiales.